miércoles, 19 de octubre de 2011

Ecos



Al caer la tarde un eco de voces
que repetía consignas aprendidas
envasadas al vacío en mentes divergentes
rompía  el ritmo de las horas
Algunos observaban  aquel pasillo interminable
de gente, que iba recorriendo las calles principales
con cierto escepticismo
Cuestionandose si la validez del esfuerzo
tendría oídos, mas allá del empedrado de las calles
para esos mantras reivindicativos
Otros, con mayor optimismo, gestaban mentalmente
un nuevo orden comandado por una casta joven
impulsiva y desvergonzada
que no reparaba en protocolos y diplomacias
Desencantados y encantados
apreciatívos y despreciatívos 
compartian la malsana curiosidad
de la maquiavélica intención humana
que jamás concede el beneplácito
a profecías ni intenciones ajenas
por más convenientes o necesarias que parezcan

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